A un año de su fallecimiento, a través de un artículo de su autoría, recordamos a nuestro ex compañero de tareas, el periodista Eduardo Souessia.
por Eduardo Souessia
Nací en esta entrañable ciudad hace 85 años y, por esta, hasta ahora, longeva biología, he vivido épocas muy lindas y cuando realmente Mar del Plata “era” La Perla del Atlántico por sus encantadoras bellezas, aseo, prolijidad, sus pintorescos chalets y tradicionales mansiones y que la enmarca además con otra etiqueta: la Biarritz Sudamericana. Pero, con todo respeto que me merece el inefable Enrique de Thomas (wing), su frase “ciudad feliz” dista mucho de serlo y hoy, por el contrario, mi ciudad se ha ido deslizando, lenta pero inexorablemente por el tobogán de una degradación para dejar de ser lo que era.
Playas, carpas, sombrillas u espectáculos se ofrecen gratuitamente y costosas promociones así lo indican, aunque lo que no sé indica que toda esa parafernalia la pagamos todos los bonaerenses .
Son destellos que se agotan en sí mismos y que en nada sirven para recuperar la perdida imagen. Sólo es para que venga más gente. Tampoco esto es original …allá por la década del 50 un slogan oficial publicitaba “usted se paga el viaje y el gobierno el hospedaje”. Antes de proseguir es oportuno aclarar que estas “nostalgias” están marginadas de toda coloración política y separadas de la coloración partidaria de la intendencia de turno. Quien recorre la ciudad advierte suciedad, desprolijidad y basurales a cielo abierto. Las plazas -otrora orgullo lugareño- son el paradigma de un imperdonable descuido. La céntrica plaza San Martín es un desolador ejemplo: sucia y “sembrada” de puestos tan precarios como desvencijados, al igual que el mugriento y solitario tablero de ajedrez .
Recuerdo cuando un intendente de “lujo” (estoy nombrando a don Teodoro Bronzini) recorría de noche los espacios verdes para controlar su mantenimiento. También evocó a otro jefe comunal, Jorge Raúl Lombardo, y su ambicioso y coherente plan para erradicar las “villas” (hoy multiplicados), un excelente plan perdido en la noche de los tiempos…
Viviendas sin número, calles sin nombre, un tránsito caótico (con el agregado de colectivos “dobles” circulando por calles estrechas y “mordiendo” el cordón al doblar en Almafuerte y Alem)… Debería circular sólo por avenidas.
La otrora emblemática calle San Martin, hoy es una tía desprolija y nada agradable al anochecer. Qué marplatense no recuerda la esquina de San Martín y Santiago del Estero, donde sentaba sus reales, la confitería Jockey Club “apostadero” de una juventud sana y bulliciosa.
La galería del ex hotel Bristol tan espaciosa como elegante fue demolida para dar paso a un monstruo de cemento, el Bristol Center – que sigue (y seguirá) penosamente inconcluso y teniendo a sus pies un incipiente “mercado persa”. Está construcción no tendría que haberse permitido y le caben las responsabilidades, justo es decirlo, a la comuna socialista de ese entonces.
También el predio que ocupara otro histórico hotel Explanada de Garay y la costa, fue sustituido por otros tres monstruos de cemento… perdón arquitecto Pelli pero Mar del Plata no es Dubai.
Las playas, por una sistemática por una sistemática falta de medidas proteccionistas contra la imparable erosión costera, se han ido deteriorando y los derrumbes están al “acecho” .
El puerto y su sempiterno banco de arena que ahoga su boca de acceso están “solos y esperan” soluciones de “fondo “, valga la metáfora.
El problema no se resuelve con recurrentes dragados, tan costosos como inútiles. ¿Dónde quedó el proyecto de una consultora nipona para solucionar este problema? Cuánta razón tenía el ingeniero Alberto Lagrange en su emblemático libro “Mar del Plata, su puerto y sus playas “. Libro que, por otra parte, muchos funcionarios del ramo tendrían que leer. Frondosas arboledas, con su simbiosis de sombra y aire puro han ido desapareciendo, y en su lugar, se sigue “sembrando” cemento y sin reparar en el brutal impacto ambiental. ¿Dónde quedaron los planes reguladores? Esos perdidos planes, de haber sido aplicados en tiempo y forma hubieran evitado tantos dislates urbanísticos.
Toda comunidad organizada avanza con políticas de Estado y que Mar del Plata no tiene. El Concejo Deliberante se destiñe con discusiones bizantinas confrontativas y vacuas mientras que el tiempo pasa y la ciudad se va quedando en medio de una peligrosa grieta que se ahonda para bien de nadie y para mal de todos, haciendo la salvedad que los males comentados no ocurrieron en el último trieño, sino que vienen desde hace un largo tiempo y con un peligroso efecto de arrastre.